Arthur F. Burns, profesor de Economía de la Universidad de Columbia, asumió la presidencia de la Reserva Federal en febrero de 1970. Para ese entonces, Richard Nixon ocupaba la Casa Blanca, la economía estaba en recesión y la tasa de desempleo subió de forma acelerada del 3.5 % en diciembre de 1969 a un 6.1 % en diciembre de 1970. En paralelo a una política fiscal expansiva, Burns implementó una política monetaria zigzagueante, cuyo movimiento expansivo reactivó la economía y redujo la desocupación a un 5.3 % justo antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 1972, lo cual contribuyó a la reelección de Nixon.
La estrategia monetaria de Burns resultó costosa. El 15 de agosto de 1971, Estados Unidos decidió de forma unilateral suspender la convertibilidad del dólar en oro, una medida que eliminó las restricciones monetarias establecidas por un tipo de cambio fijo, incrementó la volatilidad cambiaria y generó incertidumbre macroeconómica a nivel global. A pesar de los controles de precios aplicados entre agosto de 1971 y febrero de 1974, la tasa de inflación se multiplicó por más de tres durante ese período, impulsada por el choque de oferta negativo derivado del alza de los precios internacionales del petróleo a finales de 1973. Para enfrentar el proceso inflacionario, la Reserva Federal incrementó la tasa de interés de referencia del 5.1 % en noviembre de 1972 al 10.8 % en septiembre de 1973.
La economía volvió a caer en recesión en diciembre de 1973, y la tasa de desocupación subió hasta alcanzar el 9 % en mayo de 1975. Durante esos años, el zigzagueo de Burns se intensificó: con el fin de estimular el crecimiento económico bajó la tasa de interés de referencia hasta el 9 % en febrero de 1974, pero a partir de ese nivel comenzó a subirla hasta llevarla al 12.9 % en julio de 1974. La inflación interanual alcanzó el 11 % y el término «estanflación» se convirtió en una palabra habitual.
En medio de esa crisis económica y del escándalo Watergate, Nixon renunció a la presidencia el 9 de agosto de 1974. Burns permaneció en su cargo hasta el 31 de enero de 1978 y concluyó su mandato al frente de la Reserva con una marcada volatilidad monetaria, reflejada en el salto de la tasa de crecimiento interanual de la oferta de dinero, que pasó del 5.4 % en enero de 1975 al 13.8 % en febrero de 1976.
En la actualidad, Donald Trump protagoniza un enfrentamiento con el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. En un primer momento, anunció que lo destituiría, posteriormente se retractó y declaró que lo mantendría en su cargo hasta el final de su mandato en mayo de 2026.
El responsable de la política monetaria de Estados Unidos continúa su estrategia de «esperar y ver» nuevos datos económicos antes de reducir la tasa de interés de referencia. La Reserva Federal está enfocada en prevenir que el aumento de precios provocado por la política arancelaria de Trump se traduzca en un problema de inflación persistente. Mientras tanto, la paciencia del mandatario se agota. La semana pasada calificó de «imbécil» a Powell e insistió que debía recortar la tasa de interés de inmediato y subirla más adelante si la inflación se incrementa. Esa postura equivale a promover una política monetaria inconsistente y zigzagueante, al estilo de Burns.
El presidente Trump insinuó que podría anunciar en cualquier momento al sustituto de Jerome Powell. Ante esa declaración, la reacción del dólar fue a la baja, lo que llevó a la Casa Blanca a matizar que la decisión de nominar al próximo jefe de la Reserva Federal no era inmediata, aunque «el presidente tiene el derecho a cambiar de idea.»
El mercado interpreta que adelantar once meses la nominación podría debilitar el mandato de Powell. Tener un «gobernador en la sombra» que sea partidario de reducir la tasa de interés de referencia, tal como Trump desea que ocurra en breve para reducir el costo del financiamiento del déficit público y estimular la economía, seguiría debilitando la posición del dólar respecto a otras monedas.
Entre los candidatos a suceder a Powell se encuentra Kevin Warsh, exgobernador de la Reserva Federal y director del Consejo Económico Nacional. Warsh es considerado un «halcón monetario,» que prioriza la estabilidad de precios por encima del pleno empleo. Randal Quarles, exvicepresidente de supervisión de la Reserva Federal, es otro nombre que inspira confianza a Trump.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, fiel aliado de Trump y dispuesto a seguir sus directrices, también figura en la lista de candidatos. Aunque no posee experiencia en política monetaria, cuenta a su favor con una trayectoria exitosa en el sector financiero, en particular, como administrador de fondos de cobertura.
Christopher Waller, actual gobernador de la Reserva Federal, ha ganado terreno por haber sido el primer funcionario del banco central estadounidense en decir lo que quiere oír el presidente Trump. Específicamente, afirmó que la tasa de interés se puede reducir en la próxima reunión de julio, ya que el efecto de los aranceles sobre los precios no será significativo. Michelle Bowman, miembro de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, también declaró hace unos días que las condiciones económicas actuales permitirían reducir la tasa de interés de referencia. El expresidente del Banco Mundial, David Malpass, quien comparte la opinión de los dos candidatos anteriores sobre la tasa de interés, podría ser el seleccionado.
La evidencia histórica ha demostrado que lo mejor para Estados Unidos y, por extensión, para el resto del mundo es que la dirección de su banco central la lidere un equipo que priorice el objetivo de mantener la estabilidad macroeconómica, a través de la adopción de medidas monetarias consistentes a lo largo del tiempo. Nombrar funcionarios dispuestos a ejecutar una política monetaria distinta, con el objetivo de ganarse el beneplácito de la Casa Blanca, sería el primer paso hacia la deriva. A pesar de ello, Trump quiere, al igual que tuvo Richard Nixon, un «amigo» en la Reserva Federal que le ayude a estimular el ritmo de crecimiento económico y a mantener la tasa de desocupación alrededor del pleno empleo.
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